“Los que detuvieron a Jesús lo condujeron a casa de Caifás el sumo
sacerdote, donde se habían reunido los letrados y los senadores. Pedro
lo fue siguiendo de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote, entró
dentro y se sentó con los guardias para ver en qué paraba aquello. Los
sumos sacerdotes y el consejo en pleno buscaban un falso testimonio para
condenarlo a muerte, pero no lo encontraban a pesar de los muchos
falsos testigos que comparecían. Finalmente comparecieron dos que
declararon: -Este ha dicho que puede derribar el santuario de Dios y
reconstruirlo en tres días. El sumo sacerdote se puso en pie y le
preguntó: -¿No tienes nada que responder? ¿Qué significan estos cargos
en contra tuya? Jesús siguió callado. El sumo sacerdote le dijo
entonces: -Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios. Jesús le respondió: -Tú lo has dicho. Pero
además os digo esto: Desde ahora vais a ver cómo este Hombre toma
asiento a la derecha del Todopoderoso y cómo viene sobre las nubes del
cielo. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo: -Ha
blasfemado, ¿qué falta hacen más testigos? Acabáis de oír la
blasfemia,¿qué decís?. Contestaron ellos: -Pena de muerte”
Reflexión: ¡Cuántas veces hemos sido acusados por los demás injustamente! ¡Cuántas veces hemos nosotros acusado a otros injustamente! Acusaciones, juicios, críticas, maledicencias... todo un rosario de insensateces con el que humillar al hermano, y todo para salvaguardar nuestra imagen y nuestro orgullo...¡pobres de nosotros! ¿quién nos librará de esta carne de muerte?...
Fuente y Fotografía: http://elincensario.blogspot.com.es/
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